Nunca
sabemos cuál será la última tarde
el último
café, la última atadura,
nunca
podemos imaginar ese lazo que se suelta
y deja el
cabo colgando hasta la eternidad,
quedando
allí olvidado, perdiendo el camino
que le guió
tantas veces hasta que la piel se dolía,
no somos
capaces de predecir
donde caerá
el látigo por última vez
ni cuando
los ojos verán el corazón antes que el rostro,
a veces
queremos adivinarnos
pero
quedamos ciegos ante huellas vitales
que no que
no quedan en la piel
y cambian el
sabor del café
que no
llegamos a beber
aún cuando
no sabemos que no habrá otros
y un día
despertamos a la oscuridad del amanecer
y ayer fue
la última tarde
y mañana el
primer día sin después
y un cabo
anda suelto en el corazón.
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