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miércoles, 23 de julio de 2014

Libre


Nunca sabemos cuál será la última tarde
el último café, la última atadura,
nunca podemos imaginar ese lazo que se suelta
y deja el cabo colgando hasta la eternidad,
quedando allí olvidado, perdiendo el camino
que le guió tantas veces hasta que la piel se dolía,
no somos capaces de predecir
donde caerá el látigo por última vez
ni cuando los ojos verán el corazón antes que el rostro,
a veces queremos adivinarnos
pero quedamos ciegos ante huellas vitales
que no que no quedan en la piel
y cambian el sabor del  café
que no llegamos a beber
aún cuando no sabemos que no habrá otros
y un día despertamos a la oscuridad del amanecer
y ayer fue la última tarde
y mañana el primer día sin después
y un cabo anda suelto en el corazón.

Hasta que duren...



Yo no quiero recrearme en tu sexo,
ni que mi boca viaje por tu cuerpo
acariciando tus senos o besando el ombligo,
solo quiero besarte, una, dos, mil veces
dejar mis labios dibujar los tuyos suavemente,
dejar mi lengua acariciarlos húmeda, insaciable,
dejar mi aliento que se pierda en el tuyo
hasta que sea incapaz de separarlos,
de saber si respiras, si respiro
o simplemente respiramos,
solo quiero nuestras leguas en un abrazo eterno,
que tus labios se tomen la revancha
y vistan los míos de cálida humedad,
lentos, suaves, hasta que mis ojos
cerrados se pierdan en el infinito
de mis sensaciones,
hasta que los tuyos no quieran abrirse,
hasta que duren los besos.