bien
vale en la mejilla, en la nuca,
a
cualquier altura de la espalda,
donde
me sorprenda
la cercanía de tu aroma,
un beso
en el que los dragones
que me acompañan
suelten el fuego que late en sus entrañas
y
abriendo sus fauces lo lleven hasta ti,
uno que
envíe un haz de electricidad
parecido
a las luces del cielo atormentado
y que
llegue directo a tu corazón.