Parecía ser
la sumisa perfecta,
no hubo reparos en el
sexo,
mis uñas se clavaron
en su espalda
la recorrieron de
punta a punta, mientras
su cuerpo se retorcía
de placer,
pero mantuve la
prudencia,
nada se había
pactado,
nada se habló antes
de aquel momento,
era una más, un amor
de una tarde,
aún así,
creí haber encontrado
la sumisa perfecta
y no pude contenerme
mis dedos se
aferraron a sus pezones
tirando sin control,
su excitación crecía
cada vez más
hice bridas con su
pelo
y la cabalgué cual
potra desbocada.
Pasaron días, noches,
el dolor y el placer
fueron creciendo
sobre aquel
cuadrilátero,
más la realidad se
impuso
en el día a día,
su transformación
se manifestaba en
cada acto,
ya no se sometía,
quería someter,
ya no obedecía,
quería ser obedecida
y la perfección
dejó un espacio
desierto
por el que se fueron
los deseos.