mudo, silencioso,
bocas que juntas
dejan a la dueña de su palabras
sentarse en cada poro apetitoso,
ávida de emociones,
hasta la
desmesura,
hasta el círculo rojo de lascivia,
en cada rincón obsceno
de nuestros cuerpos
y volver sobre sus pasos
ambiciosos, resueltos
y caer de nuevo
nando los labios de palabras
nando los labios de palabras
esta vez, dichas con saña,
enfurecidas por el placer,
agolpadas en un intercambio
quejumbroso con final feliz.