desde que dejaste a mi antojo
elecciones para dibujar tu porvenir
el día que entré en tu vida sin aviso
y tú en la mí hasta que se asustara el duende
que medía las gotas de mi amor,
pobre duende, siempre le parecía mucho
cuando te dije por primera vez te amo
me guiñó un ojo desde sus sombras
tú cada día me buscabas, yo te
buscaba
y el incrédulo guardián de mis amores
miraba el reloj contando el tiempo,
mas tu dabas todo sin recato,
yo tomaba y siempre dejaba la copa vacía
calculando qué verter a tu regreso
agradeciendo lo recibido
y te até, amordacé, arañé, azoté
y te amé
y llenaste mi vida de placeres
y nunca cortamos el impulso del deseo
ni en medio de multitudes
y tú cada día extiendes las manos
después de alcanzarme las esposas
para sentirte libre.