Una vez más
quise visitarle,
como otras
tantas
estaba allí
con sus brazos abiertos,
es cierto
que hoy no irradiaba luz,
pero su
aspecto gris, sobrio
a veces me
recuerda donde está cada cosa,
me acerqué
como siempre
a contarle
el motivo de mí visita
y mientras
me besaba los pies
le dije que
te amaba
y seguí
contando la historia de este amor,
mis lágrimas
de felicidad,
de orgullo,
de dolor
entonces
rugía sin control,
porque sus
lágrimas
siempre serán infinitamente más fieras,
más copiosas
y porque según el,
el amor es
todo eso y sólo se vive,
porque si lo
cuentas,
el tiempo
que empleas para ello
dejas de vivirlo
y de eso el
sabe más que yo.
Después le
conté de tú belleza,
el cabello
que cae sobre la espalda
y acaba casi cuando toca
tú minúscula cintura,
me recordó
que te conoce
porque
habitas en él,
porque las
que como tú,
llenan su
vida,
están en
todos sus rincones
y a veces en
ninguno,
a partir de
este instante
sólo quiso
tocar mi cara,
cubrir mi
cuerpo con su humedad de primavera,
al marcharme
sólo me
pidió
que en mi
próxima visita te lleve conmigo,
porque
quiere conocer
la sirena
que me roba la calma,
poniendo la
tormenta en mi corazón
para
recordarme que existo
y que desde
siempre
el mar ha
sido mi confidente.