“Amor, a cualquier
hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde
adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor
valiente y hay un amor cobarde
pero, de cualquier
modo, ninguno llega tarde.”
Y el amor que es valiente y se sube a la cumbre
busca y busca las fuerza, siempre enciende la lumbre,
se enfrenta a los gigantes que ensombrecen las noches,
a sus miedos ocultos, a dudas o reproches.
Pero el amor cobarde se esconde en los rincones
más profundos del alma y entona sus canciones,
que le ahogan la pena o le cubren del viento
que guardan muy oculto todo su sentimiento.
Y a pesar de los miedos y a pesar de las fuerzas
el amor sigue vivo porque ya abrió las puertas
y ni un poder oculto, ni concilios mal sanos
matarán al amor que crece entre las manos,
manos que le acarician y le cuidan con celo
que lo mantienen vivo en noches de desvelo,
las mismas que una tarde se darán con firmeza
o las que puedan darse sin dejar la tibieza.
Porque uno más es valiente y el otro más cobarde
“pero, de cualquier
modo, ninguno llega tarde”.
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