que baje por tus pechos
hasta tocar el musgo entre las piernas,
para cuando te bañes en lágrimas de nube
y retoces sobre el leopardo
que me da la bienvenida en tu salón,
detallar sus cuentas
una a una,
a partir de tu frente,
buscando entre tus senos,
tal vez más allá de tus pies,
más allá,
dónde terminan tus piernas
y mi oración
llega hasta el infinito.
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